miércoles, 19 de febrero de 2014

Lunes, 26 de marzo de 2012.

Vale, tengo que reconocerlo: sonrío cuando me llega un mensaje tuyo, me acomodo en la cama, como si la conversación fuera a durar horas y horas, a pesar de saber que no es así.
Será una conversación de esas tipo:
- Hola
- Hola
- ¿Qué tal?
- Bien, ¿y tú?
- Bien
- Me alegro
- Y yo
Y lo más seguro es que acabe ahí. Los mismos siete ridículos mensajes de casi siempre, pero que me hacen feliz.
Me hacen recordar lo que un día vivimos. Eso que fue NUESTRO, y de nadie más, a pesar de que al final alguien sí se metiera en medio. Tres son multitud. 
Esos momentos en los que a escondidas hablábamos, el momento que me quedé dormida, pues me venció el sueño, y tú te quedaste tras esa pantalla esperando una respuesta.
Fue poco tiempo, todo fue extraño, creo que no fue el mejor momento el que elegimos para ser algo más.
Demasiado pronto. No teníamos lo que teníamos que tener para seguir con ello.

Y, ahora aquí, te escribo. ¿Por qué? Quién sabe. No estoy segura de sentir algo por ti. Es extraño. Cualquiera pensaría que sí. Es normal pensarlo, ya que, una persona que se siente feliz cuando otra le habla y le pregunta cuatro cosas. El caso es que creo que sí siento algo, pero a la vez no.

Todo en esta vida es demasiado extraño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario